“Con mucha frecuencia
sentimos como docentes y en nuestra vida cotidiana una tensión que solemos
expresarla con frases como ‘quiero hacer tantas cosas para trabajar por un
mundo mejor pero no puedo hacer nada’ y extremando algunos han formulado la
tensión refiriéndose particularmente a la escuela y la educación como un lugar
entre la omnipotencia de creer que podemos cambiarlo todo y la impotencia de
esa frase que tanto escuchamos y que dice ‘a esto no lo cambia nadie’, que es
como la resignación. Pero creo que en estos casos no vemos las miradas y no
escuchamos las voces para formar una docencia que plantea alternativas
posibles”, expresó Cullen, invitando a la reflexión a un auditorio repleto de
docentes y jóvenes que cursan alguna de las 12 carrera de formación docente en
una de las instituciones con mayor trayectoria dentro de la educación en norte
de Santa Fe y con una de las matrículas más importantes del país.
“Ya hace unos 26 siglos
atrás Aristóteles encontró una tensión entre la acción y la contemplación
(saber), y hemos escuchado muchas veces a esta tensión nombrada con sus
términos en griego, que son teoría y praxis. Ahí viene el problema de ver cómo
relacionar la teoría con la práctica y ese es el campo de disciplinas como la
ética y la política, que tratan de reflexionar sobre acciones y no sobre meros
movimientos naturales”, continuó.
“Creo que se abre la
posibilidad de un mundo mejor, más justo, en la medida de que seamos capaces de
incorporar estas tensiones que nos constituyen a nuestra condición de
educadores y educandos o, simplemente, de ciudadanos y seamos capaces de
sabernos agentes y no pasarnos la vida diciendo me pasan cosas. Esto quiere
decir que debemos sabernos subjetividades ético-políticas porque sólo las
acciones humanas las podemos calificar de buenas o malas moralmente o justas e
injustas políticamente. Como seres humanos actuamos no nos movemos y la acción
tiene dos características que la diferencian del movimiento natural: una es que
sabemos lo que hacemos y otra es que podemos hacerla de una manera u otra
manera o no hacerla, y la educación es acción”, afirmó Cullen.
“Debemos sabernos
subjetividades ético-polítcas pero al mismo tiempo agentes históricos que
quiere decir que somos subjetividades memoriosas y utópicas al mismo tiempo.
Sólo como agentes ético-políticos-históricos seremos capaces de desnaturalizar
sentidos dados del mundo de la vida presentados como los únicos posibles y
abrir alternativas de otros sentidos posibles”, agregó.
“Por eso pienso que esta es
una manera de definir la educación, un ámbito donde se abren otros sentidos
posibles porque entendemos que lo que pasa puede deliberarse y ver si es bueno
o malo pero al mismo tiempo ser capaces de conocer, como decía Michel Foucault,
el orden del discurso que tienen las prácticas que es una microfísica del poder
que segmenta, discrimina, ubica, y al desnaturalizar ese discurso quiere decir
que lo podemos criticar y cuestionar, es decir, convencernos de que tal y como
están las cosas no es algo que meramente nos pasa y es un orden del discurso
inamovible que se nos impone sin alternativas sino que hay voces y miradas para
otras cosas y la educación tiene como tarea fundamental la de hacerse cargo de
estas posibilidades. No es cierto que podamos hacerlo todo pero tampoco es
cierto que no podamos hacer nada”, sostuvo.
“Podríamos decir que la
educación se trata de aprender a vivir y podemos citar a Jacques Derrida quien
supo decir: ‘Aprender a vivir. Extraña máxima. ¿Quién aprendería? ¿De quién?
Aprender [y enseñar] a vivir, pero ¿a quién? ¿Llegará a saberse? ¿Se sabrá
jamás vivir, y, en primer lugar, se sabrá lo que quiere decir «aprender a
vivir»?’. Creo que lo que está queriendo decir es no congelemos un sentido
único”, recordó.
“Aquí es donde aparece
nuestro gran desafío como docentes que es aumentar nuestra potencia de actuar,
que quiere decir que transformamos de alguna manera lo que meramente pasa en
algo deliberable y elegible, y más profundamente creo que es resistir con
inteligencia a los embates del pensamiento único, que muchas veces se oculta y
disimula en el orden del discurso y en las prácticas sociales. Son posibles
miradas y voces para una educación mejor porque son posibles alternativas de
aprender a vivir pero esto está condicionado a que aumentemos como individuos y
como colectivo nuestra potencia de actuar porque como dice Paul Ricoeur ‘si en
algo podemos estar seguro de que progresamos los hombres es que cada vez
tenemos menos excusas’, es decir, cuanto más sabemos, cuanto más posibilidades
tecnológicas tenemos, más responsables somos”, dijo Cullen.
“Cuando más sé menos
excusas tengo y además no tenemos por qué creer que las cosas pasan porque
pasan o que los órdenes del discurso hegemónico dominan porque dominan, es
decir, podemos deliberar y podemos criticar porque en definitiva somos, desde
un pasado inmemorial, responsables o como lo expresó Emmanuel Levinas ‘somos
desde siempre guardianes de nuestros hermanos’, es decir, capaces de responder
a la interpelación ética del otro que como exterioridad trasciende a lo que nos
pasa y pone en nosotros las respuestas, la acogida, la hospitalidad y desde ahí
nuestra potencia de acción”.
“Estoy convencido que es
imposible un acto educativo si no partimos de dejarnos interpelar éticamente
por el rostro del otro en cuanto otro, quiero decir si no somos capaces de
resistir a la tentación de reducir la alteridad a la mismidad, es decir, a la
imagen que yo me hago del otro, el otro es siempre otro. Esta iniciativa rompe
la peor de las ilusiones que es creernos una totalidad invulnerable (a mí nadie
me toca, a mí nadie me interpela) esta es la lógica propia de aquel que la
única forma de relacionarse es transformar la alteridad en mismidad, es decir,
la violencia y el dominio. Miremos el rostro y escuchemos la voz de lo que nos
constituye como sujetos responsables que es el otro que me dice heme aquí soy
otro, no me olvides y acógeme con hospitalidad en términos ético-políticos esto
se llama sé justo. La justicia comienza por no pretender reducir la alteridad a
la mismidad porque eso es violencia. Si queremos educar empecemos por ser
hospitalarios porque además es una interpelación ética y punto de partida de un
mundo más justo. Insisto en sorprenderme públicamente como filósofo que
necesitamos 26 siglos para decir esto”, concluyó.